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TIBÁ rquitectos
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WARÓ DANHIPAIWA




WARÓ DANHIPAIWA

mato grosso, brasil. 2013

Después de la misión cumplida en Waró Ripá tuvimos más once días de desafíos en el Proyecto TIBA’uwẽ. Viajamos una hora y media hasta Waró Danhipaiwa, también conocida como Aldea Belém. Esa aldea estaba pasando por un proceso diferente de Waró Ripá, en cuanto en una las tradiciones se mantenían vivas gracias a la determinación del cacique Tsumené, en esta existía un conflicto de culturas. Los ancianos, como el cacique Tsito´ti, conservaban las tradiciones y los más jóvenes deseaban importar costumbres de los “waradzu” (no-indígenas).  


El hecho de tener luz eléctrica causaba cambios en algunos comportamientos. Muchos A’uwẽ tenían televisión, celular, refrigerador, eso fue fundamental para que esa ruptura con lo tradicional estuviese aconteciendo. Con el refrigerador ellos estaban dejando a un lado la comida saludable tradicional y dando poca importancia a los cultivos. Y con el consumo de productos industrializados, veíamos la basura esparcida por todos lados, algunas parte de la aldea estaban llenas de plástico, fierros y botellas. El agua entubada que a primera vista era buena, estaba trayendo efectos secundarios a la comunidad, debido a que su destino final no estaba siendo el correcto. En algunas partes había canales de aguas grises, lo que indicaba brotes potenciales de enfermedades.   








 La cercanía con la ciudad de Serra Dourada facilito la llegada de esas costumbres en Waró Danhipaiwa. Por estar a solo 12 km de ahí, la introducción de la “cultura no indígena” fue más intensa en esta región.

 La comunidad tiene aproximadamente 25 casas, donde viven alrededor de 200 personas y ya cuenta con una escuela primaria municipal, un centro de salud en decadencia, un teléfono público y una iglesia católica descontextualizada en todos los sentidos.
A los pocos se estaban alineando con el Brasil moderno y comprender toda esa mezcla es esencial para entender nuestra relación, a veces confusa en esa aldea.  









La importación de esas malas costumbres del waradzu, estaba arruinando la salud y la vida sociocultural dentro de la aldea. La televisión estaba acabando con el warã, reunión de los hombres en el centro de la aldea para conversar sobre los asuntos cotidianos. Las mujeres no participaban más en las danzas ni en los cantos porque se quedaban en su casa viendo la novela. “Era complicado ver todos aquellos problemas aconteciendo y saber que nuestra cultura individualista y repleta de tecnologías superfluas eran deseadas por ellos”.












Lo acordado fue la construcción del Centro Cultural Tsiwawẽ que sería un lugar para celebrar, confraternizar y reunir los saberes A’uwẽ. Traer de regreso ese sentimiento de pertenencia.


Nuestros primeros días fueron de observación de sus sistemas constructivos y de recolección de materiales para comenzar la obra. 





Después de una reunión con el colectivo, quedo decidido que el formato de la casa sería elíptico y que utilizaríamos las mismas materias primas que en Waró Ripá. La única diferente era la palma de buriti para colocar en las paredes laterales. El techo continuaría siendo responsabilidad de los A’uwẽ.

  
Las mujeres A’uwẽ fueron a buscar la palma junto con las Tibanas y los hombres hicieron el trabajo que requería fuerza. Esa división de tareas por genero era típica de los Xavantes y por eso en la obra no había ni una A’uwẽ trabajando con nosotros.

 

Hicimos las paredes de al frente con adobe, las de atrás con bahareque y las laterales fueron de palma de buriti. Utilizamos la baba de termitas para hacer la impermeabilización de las paredes y colocamos algunas botellas para la entrada de luz natural. 







Nuestra comunicación fue mucho más fácil porque la mayoría de los hombres de la aldea sabían hablar un poco de portugués, eso hizo que nuestros lazos de amistad fuesen más estrechos.
Los días de trabajo fueron intensos, pero el equipo estaba dispuesto y emocionado por materializar más un proyecto. 
La idea de la fusión arquitectónica continuaba viva en esa obra.



Durante nuestra estadía en Waró Danhipaiwa participamos del Irehi, ritual en el que los ancianos enseñan a los más jóvenes el arte de la guerra. Los hombres Tibanos se pintaron de urucum y carbón y participaron del ritual de pasaje lleno de cantos y danzas. Hoy en día los Irehi son también entrenados para proteger su territorio, teniendo en vista la expansión agrícola en la región y la presión policiaca del gobierno brasileño y de los sindicatos rurales.

La protección territorial y el arte de la guerra son fundamentales en la formación de los Irehi. A pesar de todos los problemas socioculturales de Waró Danhipaiwa, conseguimos hacer intercambios riquísimos de conocimientos y experiencias.



A pesar del duro trabajo, fue muy importante llevar la construcción con tierra para los A’uwẽ. Ese conocimiento sobre la construcción natural era esencial para ellos no depender de ningún programa de gobierno, como el “Minha Casa, Minha Vida”, para construir sus casas. Los gastos monetarios fueron bajísimos, gastamos solo en clavos para construir las estructuras de madera y con diésel para el camión de la aldea poder transportar la materia prima.
Conseguimos finalizar la casa y el último día hicimos una fiesta y celebramos con un jugo de futbol, almuerzo colectivo, mucha danza y cantos alrededor del Centro Cultural Tsiwawẽ. Tener esa sensibilidad de percibir nuestro distanciamiento con la Madre Tierra fue nuestro mayor reto para intentar una reconexión con la naturaleza y especialmente con un Brasil olvidado por muchos.