WARÓ RIPÁ
mato grosso, brasil. 2013
El equipo de TIBÁ pasó un mes en tierras Xavantes. Ellos se autodenominan A’uwẽ Uptabi, pueblo verdadero y hoy viven entre el estado de Mato Grosso en una región semiárida, llena de buritis, cajueiros y jatobás. Este encuentro que tardo seis meses para ser concretizado dio origen al Proyecto TIBÁuwẽ.
En Waró Ripá tuvimos un intercambio cultural intenso que a los
pocos fue solo aumentando. Por no tener luz eléctrica, los A´uwẽ luchaban para
conservar sus costumbres tradicionales, uno de ellos era el warã. Participamos
todos los días de esa reunión de los hombres en el centro de la aldea para conversar
y decidir sobres los asuntos cotidianos, un tema recurrente era la interacción
con los vecinos “wradzus” (no indígenas) y los problemas que esto generaba. Los
ancianos hacían sus sugerencias y el cacique articulaba las propuestas a la
comunidad. Todas las decisiones eran tomadas colectivamente.
Al principio de la conversación solo participaban los hombres, pero cuando terminaban, las mujeres entraban en la rueda y celebrábamos cantando y danzando por casi una hora. Sin duda esa experiencia fue muy importante para nuestra aceptación en la aldea, ya que a través de la danza y del canto a los pocos quebramos las barreras socioculturales que existían entre nosotros.
Los primeros
días fueron de adaptación en el local, observación de su sistema constructivo y
reconocimiento de la zona semiárida, debido a que usaríamos los materiales encontrados
en ese ecosistema.
Después de una reunión con el colectivo, quedo decidido que
la casa se construiría en forma de hexágono y que el techo sería
responsabilidad de los A’uwẽ, ya que la tecnología de maderamiento y encajes de
ellos es increíble.
Al inicio los A´uwẽ mostraron cierto desinterés en relación a la construcción. Algunos pasaban, veían, pero luego regresaban a sus casas. Para ellos no estaba claro cuál sería el proyecto. Su participación en la obra solo ocurrió, de hecho, cuando representamos gráficamente el símbolo de los dos clanes (Öwawẽ y Poreza'ono) en las paredes de la entrada de la casa.
Esa identificación visual
fue emblemática para conseguir el dialogar con ellos. “No estábamos haciendo
cualquier casa, era una casa con mejoramientos de bioconstrucción y concepto
Xavante, eso los motivó.
Los bambús sirvieron para la estera de bahareque. Tierra, arena, agua y palmas fueron los materiales necesarios para la elaboración de la mezcla del bahareque. En las paredes usamos tintas naturales y para fijarla mejor hicimos un engrudo con harina de trigo, sal, agua e los colores negro y rojo provenientes del carbón y arcilla.
En el acabado final de estas paredes usamos baba de termita
(partes del termitero abandonado mezclado con agua) para hacer la
impermeabilización. Con la participación de todos, el sentimiento de
concretizar ese sueño ganó mucho más fuerza y la “Casa de Cura” quedo lista.
Ese intercambio de conocimientos resulto en una rica fusión arquitectónica.
El trabajo de
los hombres A’uwẽ era de fuerza, por eso iban por maderas y bambú con los
waradzus. Hicimos fundaciones de piedra de aproximadamente 40 cm en toda la
casa, las paredes de enfrente y del fondo de bahareque y las otras de palma.
Aprendimos hacer artesanías, pulseras de fibra de embira y
bolsas de palma, a elaborar arcos y flechas, a pescar, a pronunciar palabras en
A’uwẽ, a cantar y danzar con ellos. Participamos también de los rituales y en
la fiesta final de celebración tuvimos un día lleno de actividades culturales.
Hubo juego de fútbol, cable de guerra, almuerzo colectivo y pintura corporal con carbón y urucum.
En esa pintura ellos usaban su saliva para untar mejor las tintas naturales en nuestro cuerpo, era extraño, pero ese líquido era necesario. En la confraternización experimentamos como es vivir en comunidad, cooperando para el colectivo y compartiendo la comida, las alegrías y las experiencias.
Esa unión de saberes fue vital para reflexionar sobre la relación entre el hombre y la naturaleza. Nosotros, waradzus, con acceso a tantas tecnologías, fuimos perdiendo los conocimientos ancestrales y encontrarnos nuevamente con ellos fue maravilloso porque volvimos a entender la fuerza de la tierra.
Toda esta vivencia fue importante para conocer, entender y encantarnos
con un Brasil tan sin reconocimiento, un lugar de lenguaje y costumbres tan
diferentes de las nuestras, pero repleto de sabiduría y misticismo.